Antes de que el RC8 y el Venom lleguen a las carreteras, el fabricante nos ofrece este Superduke para que nuestros ojitos se acostumbren a las líneas tan incisivas de los futuros modelos deportivos.
¿Y si todos los roadsters deportivos no fueran rojos? Situada a medio camino entre la roadster y la superdeportiva, la KTM parece estar en camino de enamorar a los que lo quieren todo pero no encuentran nada a su gusto. La ecuación básica es sencilla: el placer que se siente en el manillar es directamente proporcional a la relación peso/potencia.
Tan potente como una Aprilia Tuono o una Ducati S4R, la Duke 990 pesa 20 kilos menos. Sólo queda perdonar las líneas no tan suaves y ya está.
El gran tamaño del monobrazo facilita su manejo, al igual que el depósito de combustible ultrafino (que implica menos autonomía, ¡no se puede tener todo!) y el manillar perfectamente adaptado. Todo ello para despertar al gamberro que llevas dentro porque en el tráfico, y a pesar de un radio de giro digno de una moto deportiva, la gran Duke es el arma absoluta. Sólo los atascos y la congestión de la ciudad superarán a los más valientes, ya que el embrague probablemente fue calibrado por un leñador austriaco.
El bloque motor de la Super Duke deriva de la superbike, pero no se comporta igual, aunque gane un poco de cilindrada: una cartografía revisada y una relación de marchas acortada transforman a la bomba naranja en una fábrica de sensaciones. Hasta la 3ª marcha, una vez superadas las 6.000 rpm, el giro del manillar tiende a acercarlo irresistiblemente a las encías del piloto, una corta distancia entre ejes combinada con un motor tan ardiente forman un cóctel explosivo.
En cuanto llegan las curvas, el festival continúa con una entrada en curva milimétrica, ayudada por una estabilidad de frenado absoluta y un control del acelerador milimétrico señala el concesionario Crestanevada de motos de ocasión en Sevilla. Nada que estropee la fiesta, el embrague y la caja de cambios son precisos y suaves (hemos dicho suaves para el embrague, no blandos). Las salidas se hacen al son de la pistola porque el gemelo no está para hacer un espectáculo. No hay inercia, las relaciones de cambio son estrechas, cada aceleración es un festival, sin moderación. El único inconveniente son las vibraciones en los estribos que hacen que los viajes por autopista sean dolorosos, pero las largas rectas de asfalto no son lo suyo, las montañas y las curvas son su credo.
Con una máquina como ésta, ¿quién trataría de evitar un buen bamboleo, lanzado en curvas interminables? Esta máquina es un arma, en 1971 Kubrick asombró a todos con su Naranja Mecánica, 34 años después los ingenieros austriacos nos sirven el remake sobre 2 ruedas.